ARTÍCULO NO. 6
LA REVOLUCIÓN DE LAS MÁQUINAS EN EL SIGLO XVIII
“La ciencia económica
en definitiva, solo aconseja ciertos medios con los cuales aliviar tan pesada
carga. Ellos son la propiedad privada, la división del trabajo, el mercado
libre, la moneda estable, el orden competitivo, la formación empresarial y las
utilidades…” Francisco Pérez de Antón.
Aunque parece el tema de una película de
ciencia ficción, la verdad es que los hechos que se presentarán a continuación
corresponden a la más fidedigna de las realidades; y es que tratar de exponer
en pocas líneas lo que la revolución industrial representó para la humanidad en
la época en que a la economía se le otorgó la categoría de científica, implica
en realidad quedarse un tanto corto.
En general puede decirse que se produjeron
gracias a la mecanización de los procesos, dos acciones de sustitución: en
primer lugar, la maquinaria cuyo funcionamiento era posible gracias al dominio
de ciertas fuerzas naturales, vino a sustituir a todas aquellas herramientas y
utensilios que eran manejados por las manos humanas; y en segundo lugar, la
fuerza del poder expansivo del vapor, que vino a reemplazar a las fuerzas del
viento y del agua. Puede así decirse que el mundo del siglo XVIII pasó de ser u
na economía con base a madera y agua para producir energía, a otra cuya
fortaleza se centraba en el hierro y el carbón, los cuales le otorgaron a los
países europeos, el despegue industrial que necesitaban.
De esta manera es que surge la máquina de vapor
inventada por James Watt, quien inspirado por las contribuciones técnicas
individuales de otros innovadores de su época, logró diseñar este dispositivo
que marcó un antes y un después en la forma de producir inglesa, allá por el
año de 1775.
Las aplicaciones para la máquina de vapor de
Watt, fueron para la época, sumamente novedosas, ya que era útil para moler
trigo en los molinos, asimismo en la obtención de malta para la producción de
bebidas como la cerveza, también permitía la obtención de sílice para los
artesanos y alfareros, y de igual manera, para la obtención de azúcar que era
extraída de la caña traída de las Antillas españolas, principio que hoy por hoy
se sigue utilizando en Guatemala, por supuesto con tecnologías más
contemporáneas, pero cuya base tecnológica es la máquina que le precedió. Puede afirmarse que la era industrial en
Europa comenzó así en el año 1785.
Pero ¿cuáles fueron los efectos que tuvo esta
mecanización en la sociedad europea en esa época? En general este proceso
incipiente constó de tres fases; en la cual la primera de ellas, tuvo consecuencias positivas para quienes migraron
desde el campo para trabajar en las ciudades industrializadas, esto en virtud
de que al inicio de esta era, la gente vivía en chozas y las tierras rurales y
campesinas generaban muy bajos rendimientos debido a la ineficiencia de los
cultivos, asimismo tampoco existían vías de comunicación terrestres. Sin
embargo casi veinticinco años después de esta revolución en la mecánica, los
obreros industriales ganaban el doble de lo que ganaban en las actividades
pocos especializadas que llevaban a cabo antes, adquirieron o remodelaron sus
casas haciéndolas cómodas y confortables, de igual manera, en el campo, se
manifestó una mejor tecnificación en los cultivos con lo cual todo este proceso
también obligó a la construcción y mantenimiento de vías de acceso entre cada
una de la ciudades que mantenían relaciones de intercambio.
En la siguiente fase se generó antes de
finalizar el siglo XVIII, la llamada segunda revolución, con el descubrimiento
y explotación del petróleo, del se obtenía como un subproducto el Keroseno,
cuyos usos incluían principalmente iluminación y calefacción. Posteriormente en
1859 en la ciudad de Ohio, se encuentra por primera vez petróleo en los Estados
Unidos, el cual a través de un proceso de combustión interna permitiría el
impulso de turbinas que posteriormente derivarían en la invención de los
motores de gasolina y diésel, revolucionando así el transporte tanto marítimo
como terrestre. Otras fuentes de energía descubiertas en los siglos XIX y XX lo
constituyeron el gas natural y la energía nuclear respectivamente.
La tercera fase de la revolución industrial, se
lleva a cabo en la actividad agrícola, pero mucho antes de aquella, a
principios del siglo XVIII. La mejora en los métodos de cultivo, propició
oportunidades en la cosecha de plantas de forraje, asimismo el proceso de
rotación en estas, permitió el cultivo de verduras que se comercializaban al
interior de Europa, lo cual permitió romper el círculo vicioso del hambre desde
el concepto malthusiano. De la misma manera los abonos y fertilizantes tradicionales
como la cal, el estiércol y las heces animales, fueron sustituidos por
aplicaciones químicas que contenían los elementos nutricionales básicos como el
fósforo, el nitrógeno y el potasio. Más adelante en el siglo XX entre 1905 y
1916 aparecen el primer tractor y la primera segadora, las cuales permitieron mejorar
la productividad del agro.
Todos los avances técnicos que propició la
revolución industrial a partir del siglo XVIII, han sido la piedra angular que
le ha otorgado a las sociedades actuales, el nivel de vida de que gozan, pero
esto fue gracias a los ahorros que después se convirtieron en inversiones y que
conformaron el capital necesario para aumentar la productividad y los salarios
de los trabajadores, todo esto a través de la libre competencia que se genera
en la figura del mercado. Esta es así
una realidad innegable que solo es posible bajo dos condiciones: libertad y
propiedad privada.
“Y es a causa de que
somos libres en la elección de nuestros medios que somos libres en la elección
de nuestros fines…” Friedrich A. Hayek
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
Rougier, Louis. El genio de Occidente. Segunda
edición (2005). Unión Editorial, España.
Quetzaltenango, 26 de febrero de 2014
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