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Artículo No. 4 : Ciencia contra Teología en la Edad Media


ARTÍCULO NO. 4
CIENCIA CONTRA TEOLOGÍA, EN LA EDAD MEDIA

“… y sin embargo se mueve” Galileo Galilei
 
Una de las muchas definiciones que puede tener la ciencia, se refiere a que es la explicación racional, objetiva y práctica de una parte del universo. En ese sentido se puede explicar la racionalidad de la ciencia en virtud de que los fenómenos ya sean estos naturales o sociales pueden analizarse a través de su razonamiento lógico, pudiendo utilizarse diversos métodos unos más aceptados que otros, como el método inductivo, deductivo, hipotético – deductivo, cuantitativo y cualitativo, los cuales desde su particular perspectiva permiten establecer así conjeturas que se traducen en hipótesis que a fuerza del avance científico van cambiando a una velocidad increíble.

 De la misma manera, el quehacer científico debe ser objetivo, en el sentido de que no debe permitir ni sesgo ni juicios de valor, ya que esto desvirtúa totalmente tanto al investigador como al fenómeno que pretende explicar, de ahí que se hace necesario mantener una posición neutral en el ámbito de la investigación científica, sin preferencias o tendencionalismos que puedan aportar falsas teorías que en todo caso demostrarán su inutilidad en la práctica. Es por ello que el investigador debe mantener su “cabeza fría” y no dejarse llevar ni por los sentimientos ni por el corazón ya que en la ciencia estos dogmas no tienen cabida alguna.
De lo anterior y corroborando el concepto previamente esbozado sobre lo que es la ciencia, esta también permite explicar en términos prácticos el universo que nos rodea, y es que el fin último del saber científico estiba en la solución de problemas reales que aquejan no solo a la sociedad y por ende a los seres humanos, sino que también aquellos que tienen que ver con el entorno, la naturaleza y el ambiente. De ahí que no se puede concebir el hacer investigación científica, si esta no ayuda a resolver ningún problema, y es que la ciencia tiene entre otras características el hecho de que progresa en la mayoría de los casos en base a procesos de ensayo y error, mismos que a través del apoyo de ciencias “duras” y / o “blandas” permite demostrar las implicaciones que tiene un fenómeno traducido como problema.

Fue por estas razones ya explicadas y mencionadas, que en la Edad Media y muy particularmente a partir del Renacimiento o redescubrimiento de la cultura griega en Europa, la Iglesia Católica entro en un abierto conflicto con el quehacer científico, puesto que esos conocimientos anteriormente exclusivos de los eruditos católicos, comenzaron así a ser asimilados de forma asidua por los europeos, particularmente en la ciudades de Bizancio y Florencia, en Italia.
Este roce de fuerzas intelectuales tenía por parte de la Iglesia la consigna de limitar el acceso al conocimiento por parte de las masas, puesto que el movimiento renacentista apelaba al cuestionamiento no solo de la naturaleza, sino que de igual manera a las instituciones tanto religiosas como de gobierno en la época Feudal, incluido el Catolicismo de Roma, lo cual de ninguna manera convenía a la Santa Sede, que veía aterrorizada sin hacerlo evidente, que su poder se debilitaba poco a poco debido al avance de la mente humana que cuestionaba cada vez con mayor energía las enseñanzas metafísicas de la institución religiosa.

 Al final, la gente pudo darse cuenta de que las verdades absolutas, que otrora les fueron inculcadas en un entorno en el que la Iglesia era el poder tras el trono del Feudalismo, no eran más que falacias que permitían el sometimiento sistemático de los siervos de la gleba, y todo “En el nombre de Dios…”
Es así como poco a poco, año con año, siglo tras siglo, la humanidad fue saliendo de esa etapa oscurantista y represiva, cuyo brazo legal y armado era la Santa Inquisición, misma que en respuesta a la oposición de quienes demostraban científicamente sus hallazgos, los sometía a prisión, torturas y en casos extremos a la ejecución en la hoguera, todo esto bajo el cargo de herejía.

Al final, la ciencia ha ganado el terreno que durante casi setecientos años, le quiso arrebatar el dogmatismo católico, lográndose así, gracias a la inventiva y el ingenio humanos, revolucionar la ciencia, siendo esta la única expresión de rebeldía que debe permitirse dentro de un sistema libre, que concede la facultad de pensar, soñar e idear un mundo mucho mejor que el actual.
 
Sea esta la premisa del científico social.

 
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:

Rougier, Louis. El genio de Occidente. Segunda Edición (2005) Unión Editorial, España.

Quetzaltenango, 14 de febrero de 2014.

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