ARTÍCULO NO. 9
GOBIERNO Y LEY: LA POSTURA DE JEAN JACQUES ROUSSEAU
“Si Esparta y Roma perecieron, ¿qué estado puede
esperar durar siempre…? Jean Jacques Rousseau
Esto
implica así que el gobernante, no debe poseer poderes ilimitados, ya sea
conferidos o auto adjudicados, puesto que en definitiva, esto viola
flagrantemente el estado de soberanía ciudadana, o sea que de acuerdo a
Rousseau, ésta es ejercida por el pueblo.
Es por
ese motivo en particular, que dentro de un Estado soberano, debe procurarse en
la medida de lo posible – o hasta lo imposible- , que el gobierno mantengan una
posición subalterna, para que su actuar quede supeditado al pueblo que le
confirió esos poderes para servirle, y no para que por medio de la coacción que
deriva del poder absoluto, se sirva de quien tiene la categoría de ser su
patrono y para quien si sus servicios ya no llenan sus expectativas, pueda
hasta despedirlo.
En el
contexto de lo que es el segundo aspecto del Estado, y que se refiere a la ley;
el autor del “Contrato Social”, señala con una vibrante sabiduría que, solo una inteligencia a nivel de un Dios,
podría descubrir cuáles son las mejores reglas sociales que convienen a los
seres humanos, porque éstos están llenos de pasiones e ignorancia y ¿Cómo puede
alguien imperfecto, pretender convertir a sus semejantes en seres perfectos?
Esto en definitiva, solamente le
recuerda a la sociedad y particularmente a sus miembros que carecen de una
solvencia tanto moral como social, para pretender por medio de la ley someter
el comportamiento de sus miembros.
Y sin
embargo, todo pueblo buscará siempre su bienestar, aunque por lo que se
mencionó previamente, no lo reconoce a simple vista, aunque posea la buena
voluntad de ser recto, porque sus juicios están desprovistos de la claridad que
requiere el logro del bien común.
Como
tabla de salvación a este conflicto ideológico, surge entonces gracias a la
fusión de la voluntad y del entendimiento mutuo, derivado del consenso común,
la figura del legislador como una necesidad urgente.
Y aunque Rousseau, lo describe como un ser extraordinario y hasta divino para legislar a su pueblo, no se debe perder de vista que al final, éste se constituye como un hombre más, con pasiones, virtudes y defectos, los cuales, si no logran ser superados por el legislador, más pronto que tarde, generarán el descontento y el malestar de quienes le otorgaron temporalmente esa potestad.
El estado
soberano por ello, debe ser uno solo, siendo la división de poderes en lo
Administrativo y Legislativo, lo que a lo largo de la historia política del
mundo, ha incidido gravemente en el otorgamiento de poderes sin límite a los
gobiernos, con las consabidas consecuencias que afectan al orden político en
las sociedades libres.
Amurrio, Jesús. Clásicos del pensamiento político I.
3era. Edición (2009). Universidad Francisco Marroquín.
Quetzaltenango, 31 de agosto de 2013.
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