ARTÍCULO
NO. 4
AGUSTÍN
DE HIPONA Y TOMÁS DE AQUINO
¿EL
GOBIERNO DE LA IGLESIA?
“El mejor medio para conseguir
que no haya malos reyes es procurar que no haya pecado…” Tomás de Aquino
Razones
para esta sujeción, pueden enumerarse varias; sin embargo, destaca como hecho
singular, el temor y la creencia ancestrales en un ser superior quien es el
creador de todo lo existente y gracias a quien la existencia de un mundo en 3
dimensiones es posible, siendo este particular temor, el que los gobernantes de
las antiguas civilizaciones egipcias, chinas, árabes, judías y babilónicas, han
explotado, llevando a una expresión religiosa el arte de gobernar.
En
ese orden de ideas la etapa histórica de la humanidad, conocida como Feudalismo
ó Edad Media, ve manifiesta una importante influencia a través del Cristianismo
Católico Romano, misma que asociada con las monarquías medievales, resulta
siendo el verdadero poder detrás del trono.
Se
destacan así las ideas y postulados de 2 importantes religiosos de aquella
época; siendo el primero de ellos Agustín de Hipona, quien bajo la influencia
del filósofo griego Platón, describe a la sociedad como una comunidad cristiana
de elegidos, quienes tienen una participación
en la gracia divina y la salvación, pasando sin embargo estas cualidades
a un segundo plano, con el surgimiento del poder papal en el siglo XIII.
El
segundo religioso de quien es importante hacer referencia, es Tomás de Aquino,
quien influenciado por el pensamiento de otro filósofo griego como lo es
Aristóteles, plantea la sugerente necesidad de que las sociedades sean
gobernadas por una autoridad máxima. Los argumentos que esgrime a favor de esta
premisa, parten del hecho de que el hombre es un ser eminentemente social, y
que por lo tanto para el logro de sus fines específicos, mismos que perseguirán
un bien común, se hace necesaria la existencia de un gobierno.
De
igual manera plantea que si un individuo posee mayor sabiduría y justicia, con
relación a los demás, deben aprovecharse estas virtudes que en teoría
beneficiarán al resto. De ahí que según este pensamiento religioso, los
gobiernos son necesarios en función de la naturaleza social del hombre y por
ello deben estar al frente de éstos quienes posean la más altas virtudes
morales e intelectuales que permitan gobernar mejor.
Tanto
Agustín de Hipona como Tomás de Aquino, fueron los máximos representantes del
así llamado movimiento escolástico, el cual es una corriente filosófica que
tiene como fin la enseñanza y la divulgación de la religión cristiana.
De
ahí que la influencia de éstos, fue determinante dentro de las monarquías
medievales, ya que uno de sus postulados más importantes tenía que ver con la
sujeción de los monarcas a las directrices de la Iglesia Católica, y en ese
sentido Tomás de Aquino parte del supuesto de que todo gobierno está
relacionado con un orden divino, y por lo tanto, los mandamientos de Dios
exigen obediencia a los superiores.
De
ahí el hecho de que las monarquías estuvieran de esta manera sometidas a la
iglesia, buscando como fin último “la posesión de Dios”. ¿Pero qué hacer si el
monarca se convierte en tirano? Los escolásticos responden esta pregunta
haciendo a su vez una advertencia; y es que si la tiranía no es demasiado
cruel, lo mejor es dejarla continuar, y si a su vez resulta en una crueldad
extrema, si surge alguien que le arrebate el poder al tirano por la fuerza,
existe la probabilidad de que ese caudillo al acceder al trono, ejerza su
poderío con mayor rigor que su antecesor, lo cual tampoco es conveniente. Por
lo tanto, sugiere que las acciones a tomar ante una tiranía sean ejercidas por
la autoridad pública como representante de la voz del pueblo.
Es
notable entonces, que la religión ha tenido históricamente, un rol protagónico
muy importante dentro de las esferas políticas mundiales, ejerciendo su
influencia en la búsqueda quizás de un orden más humano y parecido al “Reino de
los cielos”, pero para lograr esto se evidencia que hizo uso de todos aquellos
medios que en su momento tuvo a su alcance y que consideró maquiavélicamente necesarios.
Para
el caso de Guatemala, basta, para hacer referencia a todo lo anterior, que fue
el General Justo Rufino Barrios, quien en el siglo XIX, expulsó a los
religiosos del país, expropiándole sus bienes a la Iglesia en ese tiempo,
precisamente porque su poderío e influencia se encontraban muy arraigados en la
política guatemalteca, lo cual fue considerado como una intervención foránea,
misma que a través de la orden Jesuita aplicó de igual manera los preceptos
medievales expuestos en su momento por la corriente escolástica.
En
conclusión, debe decirse que las religiones en general, han ejercido en todo el
mundo una manipulación manifiesta a través de los gobiernos “en el nombre de
Dios” y esto solamente ha logrado, una actitud sumisa y una cultura de
obediencia a todo lo que es estatal, siendo el resultado de ello la demanda
inclemente de ciertos grupos para que sea el gobierno quien se haga cargo de
resolverles todos su problemas, cual Dios todopoderoso. Es por esto que son las
personas quienes deben gobernar y no los grupos de presión amparados en las iglesias.
“Vox populi, vox
Dei…” Alcuino, Monje anglosajón
REFERENCIA
BIBLIOGRÁFICA:
Amurrio,
Jesús. Clásicos del pensamiento político. 3er. Edición (2009) Universidad
Francisco Marroquín.
Quetzaltenango,
27 de julio de 2013.
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